By Nati Almendro |
Hace un par de semanas tuve la oportunidad de asistir al I Foro de Cultura y Buenas Prácticas que se celebró en La Casa Encendida en Madrid el pasado 19 de marzo, promovido por Pilar Gonzalo y con el apoyo de otras entidades y particulares. Este encuentro, de ambiente familiar, pretendía poner en la palestra los problemas de los que adolece el sector cultural en España, despertar mentes adormiladas, hacer ver a los profesionales de la cultura que no están solos y que en tiempo de crisis se aprende y así se mejora.
En primer lugar, me pareció una iniciativa muy necesaria, pues las quejas no sirven de nada si no compartimos nuestras reflexiones y comenzamos a actuar para mejorar aquello de lo que nos quejamos. Me gustaría destacar determinados conceptos que salieron varias veces, otros pocos deseos de los profesionales culturales y alguna que otra reflexión personal.
A destacar son las ideas de transparencia y la ausencia de un código deontológico general por el que los profesionales de la cultura puedan guiarse.
Se habla de transparencia en todos los ámbitos desde que empezó la recesión económica, pero hay que ser conscientes de que la cristalización no debe ser solo en materia económica. Para colaborar con otros o en materia de patrocinio, también es necesario conocer las motivaciones de la institución con la que nos sentamos a trabajar. Ejemplo de transparencia y que aunque no sea una iniciativa exclusivamente cultural, merece la pena ser mencionada es Civio, una fundación ciudadana que a través de diferentes proyectos expone y analiza datos públicos para presentarlos a la población, fomentando así el conocimiento y la transparencia en el ámbito público.
En cuanto a la inexistencia de una normativa general y acordada por todos los sectores profesionales de la cultura, esto da lugar no sólo a malentendidos, sino a gestiones ineficaces o erróneas. Es cierto que podemos consultar diversos códigos promovidos por diferentes entidades, pero es necesario una guía en la que apoyarse para hacer mejor las cosas, unos límites que no deban rebasarse. Que no exista un marco común solo favorece malas prácticas.
Por otro lado, se preguntó por el voluntariado cultural, pero se pasó por encima. En mi opinión, no es un tema que deba descuidarse, ya que afecta directamente a jóvenes profesionales. Pero esto exigiría un artículo dedicado exclusivamente al tema, así que me limito a enlazaros este post de Museo Go Green, que trata sobre ello.
Una cuestión relevante es la participación ciudadana y si la población está preparada para desempeñar un papel proactivo en la cultura. David Ruiz, moderador de la mesa, resaltó en una conclusión final el imprescindible papel de la relación de los profesionales culturales con la ciudadanía. A título personal, respondo con un sí rotundo a la cuestión planteada unas líneas más arriba. Sí, la ciudadanía está preparada, y no sólo lo está, sino que está actuando en consecuencia. Vivimos en una época de transformaciones en cuanto a metodologías de trabajo, modos de “consumir cultura”, intereses, etc. Es un proceso lento, pero sin duda estamos en ello. Tenemos que apostar por nuestra propia cultura, y eso no lo hacemos únicamente los profesionales de la cultura, sino que empieza por la ciudadanía.
¿Por qué el público consume menos cultura, pero se involucra más en las actividades culturales? Quizá debamos plantearnos que la forma de disfrutar la cultura también cambia, que las necesidades del público no son siempre las mismas, y que los profesionales de la cultura debemos enseñar a mirar, no dar la cultura masticada.
Como conclusión general, tenemos que ser conscientes de que en la cultura, como en la vida, lo importante es hacer bien el trabajo del día a día, y eso es precisamente lo difícil.