Abraham Ramírez Martín alumno del Máster Universitario en Gestión Cultural y Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo se ha querido sumar a esta celebración y nos ofrece este articulo sobre la vida y obra de Miguel Ángel, así como las atribuciones más recientes de dos esculturas de bronce según expertos de la Universidad de Cambridge. Y es que a día de hoy, tal y como nos señala Abraham, la obra del genial artista sigue causando admiración y es fruto de constantes investigaciones como la que aquí refiere. En este sentido, cabe señalar también la investigación realizada recientemente por nuestra alumna del Máster de la UIC, Claudia Balboa Salas, quien en julio de 2014, defendió su Trabajo de Fin de Grado en Conservación y Restauración de Bienes Culturales en la Universidad del País Vasco, sobre el estudio histórico-artístico y técnico de una tabla portátil atribuida a Miguel Ángel Buonarroti y titulada El Calvario (c.1540), la cual se puede contemplar hoy -en una cámara acorazada- en la Concatedral de Santa María de La Redonda de Logroño. Dicha tabla, descubierta en 1976, sigue siendo a día de hoy una obra muy desconocida para los estudiosos del arte y la historiografía nacional e internacional. Tal vez, y como nos indica nuestra alumna porque “esta pintura apareció en un tiempo y lugar poco apropiado para su reconocimiento artístico. De haber aparecido esta obra en focos culturales y artísticos de mayor relevancia, o en cualquier ciudad italiana la transcendencia de este Calvario posiblemente hubiera sido otra”.
By Abraham Ramirez Martín | Barcelona
|
Retrato de Miguel Ángel Buonarroti |
El viernes 6 de marzo se cumplió el 540 aniversario del nacimiento de Miguel Ángel Buonarroti, uno de los mayores genios que ha dado la Historia del Arte, sólo comparable como escultor a Fidias, Praxíteles o Policleto, los maestros del Clasicismo griego. Por algo a Miguel Ángel se le bautizó como “El Divino”. Para mí es, sin lugar a dudas, el mejor, más virtuoso y más privilegiado artista de cuantos hubo en el Renacimiento, un genio con toda su complejidad pero que también fue un simple hombre, solitario, impetuoso, usurero, violento, arrogante y neurótico.
Considerado ya en vida como uno de los grandes de su tiempo, algo objetivamente complicado en la Florencia y la Roma del Cinquecento renacentista, la sombra de su influencia se ha alargado siglo tras siglo desde su muerte en 1564.
Nacido en la localidad toscana de Caprese en 1475, se inició en el mundo del arte en el taller del pintor Domenico Ghirlandaio (1449 – 1494) con apenas trece años. Lo abandonó al año siguiente ya que comenzó a considerar que la pintura no era un verdadero arte y que su genio se extraía de la escultura, dando muestra ya desde muy temprana edad de su fortísimo carácter. Pasó posteriormente a formar parte de la escuela de artistas de Lorenzo de Médici, donde su maestro, Bertoldo di Giovanni (1435/40-1491), que fuera alumno de Donatello, lo familiarizó con el arte clásico, lo que sería decisivo para su obra (gran influencia para Miguel Ángel sería el descubrimiento de dos obras escultóricas griegas, el Laocoonte y el Torso de Belvedere).
Tras varios viajes por Venecia y Bolonia, se trasladó a Roma en 1496 donde realizó entre otras obras La Pietà del Vaticano, obra cumbre de su etapa joven, pieza inigualable en cuanto a tratamiento técnico y calidades.
|
Detalle de la firma de Miguel Ángel Buonarroti |
Otro ejemplo del carácter del genio: a raíz de los comentarios que surgieron en Roma sobre el autor de la obra, ya que mucha gente no se creía que las manos de un joven de 21 años pudieran hacer semejante pieza, Miguel Ángel indignado cinceló su nombre en el cinturón que cruza el pecho de la Virgen para que nadie tuviera dudas de su autoría: Michael A[n]gelus Bonarotus Florent[inus] Facieba[t] (“Miguel Ángel Buonarroti, florentino, lo hizo”).
|
El David de Miguel Ángel Buonarroti |
Regresó a Florencia en la fecha de 1501, y recibió diversos encargos, siendo uno de ellos el que lo encumbraría al Olimpo de la escultura: el David. Una figura de 4’53 metros (5’17 metros contando el pedestal) que “floreció” de un bloque de mármol de Carrara al que ya se le conocía como el gigante y que fue rechazado por varios artistas al no verse capaces de realizar una obra de tales proporciones. El David representa la interpretación de Miguel Ángel de la belleza ideal de la Antigüedad clásica y simboliza los valores del humanismo renacentista y de la República florentina: es una universalización del valor humano.
Su fuerte carácter y su personalidad ayudaron a configurar, tiempo después, la idea de artista como un ser excepcional, un hombre superior, tocado por la mano de Dios.
|
Sibila de Delfos |
Fue capaz de enfrentarse a los siete Papas con los que trabajó, y una buena muestra de ello fueron los enfrentamientos que tuvo con Julio II della Rovere. Este le encargó la ejecución de su tumba, un grandioso proyecto en el que Miguel Ángel trabajó hasta 1545, acabando sólo tres esculturas (una de ellas era el magnífico Moisés). Posteriormente, Julio II le mandó pintar la bóveda de la llamada Capella Magna (erigida por el Papa Sixto IV), que en principio Miguel Ángel rechazaría con ahínco, consiguiendo varias amenazas de excomunión y continuas discusiones con el Papa durante los trabajos, lo que provocó que en una ocasión huyera a Florencia porque recordemos, él no era pintor, era escultor (dejo de lado hoy su vertiente arquitectónica).
Aún así, creó un colosal fresco con escenas del Génesis, del Antiguo Testamento y figuras de profetas y sibilas que son, en opinión del que escribe, la cumbre de la pintura.
Aún hoy su figura sigue suscitando admiración, interés e investigaciones, como las que han llevado a cabo en la Universidad de Cambridge. Un equipo internacional dirigido por esta universidad cree que dos esculturas de una colección privada, de apenas un metro de alto, representando cada una de ellas a un hombre montado en sendas panteras, son las únicas obras realizadas en bronce por del genio florentino que se conservan. Ambas figuras, desnudas, uno mayor que el otro, con un brazo en alto en señal de victoria, ciertamente poseen la típica anatomía musculosa miguelangelesca, la llamada terribilità, pero la última palabra de la atribución se la dejo a los expertos.