Un extraordinario patrimonio que Nepal -en los últimos años- estaba tratando de proteger y salvaguardar, entre otros motivos, porque se había convertido en un importante pilar en su maltrecha economía. Una fuente de ingresos también para sus ciudadanos que atendiendo a los turistas como guías principalmente, encontraban una forma de ganarse la vida.
En el Valle de Katmandú se encuentran más de cien conjuntos monumentales de gran valor histórico-artístico, de los cuales siete están declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Entre los siete conjuntos monumentales declarados Patrimonio de la Humanidad se encuentran las tres plazas Durbar situadas frente a los palacios reales de Hanuman Dhoka en Katmandú, Patán y Bhaktapur; las estupas budistas de Swayambhu y Bauddhabath; y los templos hinduistas de Pashupati y Changu Narayan. Todos ellos lugares representativos de la cultura y herencia nepalí que pude visitar el verano pasado, y que hoy se han visto gravemente afectados por tan tremendo seísmo, según indican los primeros datos obtenidos por este organismo internacional. A día de hoy la UNESCO esta movilizando a expertos internacionales en la materia para llevar a cabo una evaluación en profundidad de los daños, para poder ayudar a las autoridades nepalíes y a las comunidades rurales al objeto de salvaguardar, proteger y recuperar su legado histórico-artístico y cultural.
A través de las imágenes difundidas por los medios de comunicación, cuesta reconocer la ciudad de Katmandú y sus alrededores, que pude conocer hace apenas 10 meses, donde la vida cotidiana discurría entre la bondad de sus gentes y la riqueza de su patrimonio artístico y cultural en medio de unos parajes donde la naturaleza constituía un marco de incomparable belleza.
También en el Tíbet este terremoto ha tenido efectos devastadores, cobrándose muchas vidas y aunque se desconoce la totalidad de sus efectos, al parecer medio centenar de templos tibetanos han sufrido graves daños, y en muchos núcleos de población, el 70% de los edificios han quedado totalmente derruidos. Seis días después de la tragedia, la ayuda humanitaria todavía no ha podido acceder a estos lugares por causa de la nieve, la lluvia, y el corte de carreteras provocado por los deslizamientos de montañas y avalanchas.
A pesar de que el gobierno chino abrió recientemente las fronteras a los turistas -concretamente en abril de 2015- tras el terremoto, ha dado orden de cancelar las escaladas al Everest por su vertiente norte, lugar por donde ya han descendido después del seísmo unos 400 montañeros para cobijarse en lugares más seguros tratando de evitar en lo posible más riesgos añadidos a la actual situación de emergencia. A este respecto, no puedo olvidar el desastre natural que pude conocer de cerca en Nepal el pasado agosto, en el poblado de Manja, a unos 50 km. de Katmandú, como consecuencia de un deslizamiento de tierras, que provocó más de un centenar de muertos, dejando sepultado por el lodo este poblado y cortado el curso del rio Sunkoshi.
Esto provocó que centenares de turistas que nos encontrábamos en la zona quedáramos incomunicados vía terrestre entre Nepal y la frontera con China; y por tanto tuvimos que volar desde Nepal en helicóptero hasta el poblado más cercano en la frontera, para abandonar el país y seguir nuestra ruta hacia el techo del mundo por la conocida carretera de la amistad.
Tras la experiencia vivida en Manja y la poserior contemplación del desastre desde el aire pudimos conocer la magnitud de aquella tragedia, al parecer incomparable con la dimensión de lo que hoy se vive allí. Las organizaciones humanitarias han iniciado ya sus tareas para ayudar a los habitantes de Nepal, de Katmandú y de los aislados poblados del Tibet. Un reto inmenso de reconstrucción humanitaria y de identidad cultural, que afrontarán a lo largo de los próximos años.
Antes del desastre, Nepal ya era uno de los países más pobres del mundo, ocupaba el puesto 157 de 187 del IDH –Índice de Desarrollo Humano– elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, y por tanto era y es uno de los países con graves carencias en materia de infraestructuras y servicios públicos. Como futuros profesionales de la gestión cultural sabemos que en la actualidad estos países obtienen importantes ingresos debido al incremento del turismo en la zona; en este caso como consecuencia de las constantes expediciones de expertos escaladores, dada su cercanía a la cordillera del Himalaya, se sumaba también la afluencia de un turismo entusiasta por conocer la belleza natural del Valle de Katmandú y su extraordinario patrimonio histórico-artístico y cultural.
Hoy los sherpas y guías que nos acompañaron el pasado verano en tan inolvidable viaje, y con quienes compartimos ruta, conversación y tertulia en días que quedarán fijados para siempre en nuestra memoria, tras la alegría de saber que tanto ellos como sus hospitalarias familias se encuentran bien, nos formulan desde Katmandú este único deseo: